Mucha gente está dejando Twitter. Es un error grave.
La confianza no se reconstruye abandonando las plataformas donde las nuevas generaciones obtienen algún tipo de información. O, mejor dicho: mucha desinformación.
ENGLISH VERSION AFTER THE JUMP
Después de la elección de Donald Trump y el triunfo del partido republicano en el Congreso, un número considerable de usuarios ha decidido dejar Twitter, la red social que pertenece a Elon Musk, el millonario que fue fundamental durante la campaña y está jugando un papel polémico en la conformación del nuevo gobierno.
Algunos medios de comunicación, como el diario inglés The Guardian, también han decidido dejar Twitter. The Guardian explicó su decisión por tres factores: la “toxicidad” de la plataforma, la influencia de Elon Musk a quien acusó de usar la plataforma para “moldear el discurso político” y una preocupación general por el contenido
En Estados Unidos, varios líderes de opinión han hecho eco de esas razones y han anunciado que abrirán cuentas en otras redes sociales similares, como Bluesky, y migrarán su actividad en redes hacia allá. Otros más han dicho que ya no interactuarán en Twitter, o reducirán al mínimo sus publicaciones.
Me parece un error.
Si la intención es castigar a Musk, parece casi un berrinche.
Twitter no tiene mayor peso en las finanzas de Musk. Sus negocios más importantes están en otro lado, avanzando en el desarrollo de infraestructura donde los gobiernos lo han dejado. Las principales fuentes de ingresos de Elon Musk provienen de sus roles de liderazgo y participaciones significativas en varias empresas de alto perfil. Como CEO y mayor accionista individual de Tesla, la riqueza de Musk se deriva principalmente de opciones sobre acciones vinculadas al rendimiento de la compañía, en lugar de un salario tradicional, siendo Tesla el mayor contribuyente a su patrimonio neto. También es el fundador y CEO de SpaceX, que genera ingresos a través de lanzamientos de satélites y contratos gubernamentales, Además, es el fundador de The Boring Company, centrada en proyectos de infraestructura, y de Neuralink, una startup de interfaces cerebro-computadora con un potencial significativo a futuro. Sus ingresos provienen principalmente de la apreciación de sus participaciones accionarias en estas empresas
Para Musk, Twitter es una herramienta de influencia, como ha quedado claro en esta elección. Un éxodo solo tendría un efecto si fuera auténticamente masivo. Eso no va a ocurrir.
Si el éxodo masivo no ocurre, entonces la pregunta es qué se gana dejando Twitter .
La respuesta es que se gana muy poco y se puede perder mucho.
Los medios tradicionales han ido perdiendo peso e influencia, en algunos casos de manera justa y merecida y en la mayoría, lo contrario. El periodismo ha sido víctima de una brutal guerra de desprestigio que cuestiona sus motivos y sus métodos. Esta campaña ha aprovechado la ignorancia generalizada sobre cómo funciona el periodismo, su rigor y método. Habrá que reconstruir esa confianza.
Pero esa confianza no se reconstruye abandonando las plataformas donde las nuevas generaciones obtienen algún tipo de información. O, mejor dicho: mucha desinformación. Todo lo contrario. Hay que estar presente ahí, para defender conquistas esenciales: la democracia, la libertad y la verdad misma.
En cierto sentido, Musk y otros aliados suyos en la Guerra Fría de propaganda, conspiración y desinformación que vivimos cuentan con la claudicación de quienes defendemos los valores de la libertad y el conocimiento objetivo. Dejarles Twitter, como dejarles cualquier otro espacio, parece una estrategia equivocada.
Yo no dejaré Twitter .
He abierto, eso sí, una cuenta en Bluesky. Como también abrí, en su momento, una cuenta en la red social de Donald Trump. Cualquiera que se dedique al periodismo, o que crea en la importancia del debate, debe estar presente. Debe aprender a escuchar, aclarar, participar.
Es ahí donde se librará la batalla de las ideas que va a definir el rumbo de nuestro mundo en lo que resta del siglo . Muy pronto habrá que contrarrestar también, o aprovechar de manera virtuosa, la inteligencia artificial. Hay que estar ahí.
Eso sí: no le llamemos “X”. Eso sí es hacerle el juego a Musk.
After Donald Trump's election victory and the Republican Party's triumph in Congress, a significant number of users have decided to leave Twitter—the social network owned by Elon Musk, the billionaire who played a pivotal role during the campaign and is now shaping the new government in controversial ways.
Several media outlets, including the British newspaper *The Guardian*, have also opted to exit Twitter. The *Guardian* cited three primary reasons for its decision: the platform’s increasing “toxicity,” Musk’s influence in using Twitter to “shape political discourse,” and broader concerns about its content.
In the United States, many opinion leaders have echoed similar sentiments, announcing plans to migrate to alternative social networks such as Bluesky or to drastically reduce their engagement on Twitter. Others have stated they will no longer participate in the platform at all.
This, however, strikes me as a mistake.
If the intent is to punish Musk, it seems almost petulant—a symbolic gesture unlikely to yield meaningful results. Twitter is not a significant revenue source for Musk. His wealth stems primarily from other ventures that focus on infrastructure and technological innovation where governments have often fallen short.
Musk’s primary sources of income include Tesla, where he serves as CEO and is the largest individual shareholder. His wealth is tied to stock performance rather than a traditional salary, with Tesla being the most significant contributor to his net worth. He also heads SpaceX, which generates revenue through satellite launches and government contracts. Additionally, Musk is the founder of The Boring Company, focused on infrastructure projects, and Neuralink, a brain-computer interface startup with high future potential. For Musk, Twitter is not a financial keystone; it is a tool of influence. This election cycle has made that abundantly clear.
An exodus from Twitter would only be impactful if it were truly massive—a scenario that is unlikely. Without a large-scale departure, what is gained by leaving the platform? The answer is clear: little is gained, and much is lost.
Traditional media outlets have already experienced a significant decline in their influence—sometimes deservedly, but often not. Journalism has been subjected to a relentless smear campaign questioning its motives and methods, fueled by widespread ignorance about its rigor and processes. Rebuilding trust in journalism is essential, but that trust cannot be restored by abandoning platforms where younger generations consume information—or, more often, misinformation.
On the contrary, the fight for democracy, freedom, and truth requires a strong presence in these spaces. Musk and others engaged in the ongoing “cold war” of propaganda, conspiracy theories, and disinformation thrive on the retreat of those who defend these values. Abandoning Twitter—or any other influential platform—seems like a misguided strategy.
I will not leave Twitter.
That said, I have opened an account on Bluesky, just as I once opened an account on Donald Trump’s social network. Anyone committed to journalism or the importance of debate must remain engaged. We must listen, clarify, and participate. These platforms are where the battle of ideas that will shape the future of this century is being waged. Soon, we will also need to contend with artificial intelligence and harness it in constructive ways. To influence these dynamics, we must be present.
But let’s not call it “X.” That would only play into Musk’s narrative.
Deje Twitter hace dos meses, por las razones que esgrime León. El no dejarle espacios a retrogradas y combatirlos con ideas parece lógico, lo mismo que es cierto que no hará mayor mella en la billetera de Elon (Twitter debe estar costando, hoy en día, unos 25 mil millones. Elon Musk ha aumentado su fortuna en más o menos unos 90 mil millones, desde el día de las elecciones). Pero aún así, no volveré. La toxicidad y la mala leche de los adeptos a MAGA, plasmadas en tweets, son francamente frustrantes; además, es casi titánico, por no decir imposible, tratar de convencerlos con el sentido común y la verdad; y si no me creen, solo echen un vistazo a cuánta gente voto por Trump. La abrumadora victoria de Trump no solo es chocante, también nos dibuja de qué están hecho y en qué creen las mayorías.